Mi nombre es Irina, tengo 34 años y ejerzo como profesora en un colegio de primaria.
La historia que cuento se remonta a hace unos 6 meses. Llevaba soltera más de 4 años y seguía sin encontrar a alguien que realmente me llenase. Todo mi círculo cercano tenía pareja e hijos: una vida completamente hecha y estable. Irremediablemente, eso provocaba en mí un fuerte sentimiento de soledad.
Comencé a usar apps gratuitas de citas para chatear y quedar con algún chico. Mi madre no paraba de repetirme lo peligroso que podría resultar aquello y el cuidado que debía de tener con todo el tema de las redes sociales, pero siempre lo ignoraba.
Un día, llegó una notificación a mi móvil: “Matt ha enviado un mensaje”.
Era un chico muy guapo al que marqué con un “me gusta” hace unos días. Al parecer, no era la única que había sentido cierta atracción. Esbocé una sonrisa en mi rostro al leer lo que había escrito: “Con que profesora… Tu paciencia debe de ser infinita”.
Contesté a su mensaje y estuvimos hablando durante horas. Después de eso, pasó una semana en la cual hablábamos todos los días; sin parar. Pasábamos noches enteras conversando sobre temas de los que nunca pensé que fuese a hablar. Era un hombre muy interesante que parecía comprenderme a la perfección.
En cuanto a gustos, éramos como dos gotas de agua. Nos apasionaba el mismo estilo de música, compartíamos valores muy importantes, ambos teníamos los mismos objetivos de vida en cuanto a familia, trabajo y amor. Era realmente el hombre perfecto.
Sin más espera, decidimos planear una cita para salir a cenar. Él decía ser muy buen cheff, por lo que sugirió que cenásemos en su casa con lo que preparase. Estaba tan ilusionada… Nunca nadie había cocinado para mí, a excepción de mi madre. Sentía miles de mariposas corretear por mi estómago cuando imaginaba la bonita historia que podría salir de todo esto.
Pero no fue así. Ni por asomo lo fue.
Cuando llegó el esperado día, vino a recogerme a casa a las 21:00. Era incluso más guapo de lo que pensaba. Su sonrisa, su mirada, su pelo… Absolutamente todo era perfecto en él. Parecía estar en un sueño.
Una vez aparcamos el coche en su urbanización, me llevó a lo que era su apartamento: un piso bien acomodado a las afueras de la ciudad.
—Ponte cómoda, por favor —dijo, mirándome con una hermosa sonrisa—. Iré a sacar las cosas de la nevera. No dudes en avisarme si necesitas algo.
Y tras esas palabras, tomó mi mano y la besó sutilmente.
Hice caso a lo que dijo, dejando mi bolso y mi chaqueta en el perchero de la entrada.
El piso estaba bastante ordenado y limpio. Parecía ser costoso, pues a pesar de la zona, las hermosas vistas que se podían ver desde el gran ventanal protagonista del comedor no tenían precio. Acaparaba toda la atención a cualquiera que entrase. Los sofás eran de cuero negro. Todos los muebles eran blancos y de cristal, lo que daba aún más una sensación de amplitud.
Miré mi móvil. Mi madre había dejado unos mensajes en los que expresaba por vigesimoquinta vez su preocupación por todo esto. Para dejarla tranquila, le mandé la ubicación en tiempo real y un par de fotos sonriente.
Más tarde, Matt apareció con dos platos en ambas manos.
—¡La cena está lista! -Sonriendo.
Pasamos un rato muy agradable.
Era un chico bastante hablador y eso me agradaba mucho. Sacaba tema de conversación sobre cualquier cosa, me escuchaba atentamente cuando comentaba algo, se preocupaba sobre mis intereses… El hombre perfecto, sin ninguna duda.
Hasta que ocurrió lo que nadie esperaba.
Llegado un momento de la cena, el tema de la familia salió a flote.
—Bueno… -murmuré- Es un poco vergonzoso decirlo, pero lo cierto es que mi madre no estaba de acuerdo con que viniera.
Él sonrió.
—Supongo que no es plato de buen gusto ver cómo tu hija queda con alguien que no conoce. No la juzgo.
Al escuchar sus palabras, inmediatamente me sentí mejor.
—De hecho -continuó-, mi madre tenía tantas ganas como yo de que nos viésemos.
—¿De veras? -pregunté-. ¿Le has hablado de mí a tu madre?
—Por supuesto. -Sonriendo-. Hacía años que no tenía una conexión así.
—Vas a hacer que me sonroje.
Ambos nos miramos sonrientes.
—Es más -dijo, mientras se levantaba de la silla-. ¿Te gustaría conocerla?
—¿Qué? -Tratando de no atragantarme-. ¿Conocerla?
—¿No te gustaría?
—Sí, pero, ¿ahora?
—Claro, ella está aquí.
Abrí los ojos como platos. ¿Cómo es posible que no lo haya mencionado antes?
—¿Aquí? Quieres decir, ¿en esta casa?
—Así es.
Él parecía tan tranquilo… Todo lo contrario a mí.
—Bueno -musité-, si ella quiere, ¿por qué no?
Sus ojos se iluminaron al escuchar mis palabras.
—Os llevaréis genial, ya lo verás.
Tras eso, ofreció su mano para que lo acompañase.
Cruzamos el largo pasillo hasta acabar en frente de una de las puertas, la cual permanecía cerrada.
Sacó una llave de su bolsillo.
—Espera un momento -dije al instante-. ¿Está encerrada?
—¡No, por dios! -exclamó-. Ella siempre me pide que le cierre la puerta cada vez que traigo alguien a casa. Está cansada de que confundan su habitación con la puerta del baño. —Señalando a la que se encontraba justo en frente.
—Ah.
Algo dentro de mí no terminaba de estar realmente cómoda con la situación.
Notaba mi móvil vibrando una y otra vez. «Será mi madre», pensaba, así que en ningún momento respondí.
Cuando abrió la puerta, una habitación meticulosamente ordenada fue lo que captó mi atención. Una cama perfectamente hecha, escritorio despejado, plantas cuidadas… El orden en toda su esencia.
—¿Y tu madre? -pregunté.
—Ven.
Matt caminó por la habitación hasta pararse frente a un gran… ¿Armario?
No parecía ser un armario. Estaba enchufado a corriente mediante un gran cable negro, y un sonido como de ventisca provenía de él.
—Mamá, vengo a presentarte a Irina -dijo, en un tono elevado.
—Matt, ¿qué es esto?
—Su hogar.
En ese momento, Matt abrió la puerta de aquel extraño armario y un frío abrumador chocó con la superficie de mi piel.
Había humo. No, no era humo; era refrigerante. Lo que Matt acababa de abrir era un enorme congelador.
Mi corazón se detuvo por unos instantes cuando el vapor helado fue dispersándose por el resto de la habitación, dejando ver lo que había dentro.
El cuerpo sin vida de una mujer permanecía atado a aquella cámara. Su piel era totalmente pálida y morada; tenía sangre en los labios y manos a causa del frío. Sus ojos y boca permanecían abiertos y no llevaba ropa.
Le miré aterrorizada.
—Mamá, esta es Irina. Irina, te presento a mi madre: Dangelis.
Retrocedí sutilmente mientras lo miraba impactada.
No me salían las palabras. Ni siquiera era capaz de correr. Era como si mi cuerpo estuviese totalmente paralizado y no pudiera hacer nada para evitarlo.
—Tú… -murmuré- Estás completamente loco.
Matt cambió su macabra expresión feliz a una de preocupación.
—Me dijiste que querías conocerla, ¿qué es lo que ocurre ahora?
Realmente me miraba como si no entendiese nada. Como si fuera una tarada.
—Está... Muerta.
—¡No! -gritó-. No es lo que parece.
Matt vino hacia mí para tratar de calmarme.
En un gesto rápido, agarré un posa velas que había encima de una pequeña mesa.
—¡No te acerques! -sollocé-. Ni se te ocurra dar un paso más.
—¡Sabía que no lo ibas a aceptar! -dijo con lágrimas en sus ojos-. Ella… Me pidió que lo hiciera. Dijo que siempre quería estar conmigo, y eso es lo que intento. No entiendo por qué lloráis cuando se os da lo que buscáis. Las mujeres siempre pedís cosas que luego os hacen echarse para atrás; como hizo ella.
—Dios mío.
—No la maté. Yo solo hice lo que ella quería.
—¡Ella no quería morir, joder! Eres un completo psicópata.
Su rostro se descompuso por completo tras escuchar mis palabras.
—No permito que digas eso.
Matt fue hacia mí con velocidad.
Corrí por todo el pasillo hasta llegar a la puerta, la cual crucé como pude para llegar a las escaleras compartidas del edificio.
—¡Zorra!
Matt seguía tras de mi, pero no podía mirar hacia atrás.
Fueron unos instantes eternos, pero lo conseguí.
Llegué antes que él al portón, para después correr calle abajo mientras gritaba por ayuda.
—¡Vuelve! —gritaba Matt.
Un coche que me resultaba familiar paró frente a mí.
Mi madre.
Matt se detuvo en el momento en el que lo vio. Ni siquiera trató de perseguirlo o golpearlo. Sin decir nada más, ella arrancó el coche y salimos de ahí lo antes posible.
Han pasado ya unos meses desde entonces.
Muchas veces siento un extraño frío cuando abro algún cajón o armario. No volví a usar ninguna red social desde aquello y pocas veces salgo de casa. Tengo todo el día en mi mente la imagen de esa mujer, sin parar.
No volví a saber mucho más de Matt. La policía lo arrestó y ni siquiera estuvo más de 3 meses en la cárcel. El día del juicio, decía estar seguro que solo seguía órdenes de su madre: la cual aseguraba que le hablaba siempre. Es por ello que fue trasladado a un hospital psiquiátrico y puesto en cautela de profesionales.
Cada día que pasa agradezco haber mandado aquella ubicación . De no ser por ello, seguramente ahora mismo estaría a varios grados bajo cero en la habitación de un tarado.
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