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lunes, 16 de junio de 2025

Visión

Tenía tan solo 7 años cuando el sentido de la vista me fue arrebatado. Recuerdo despertar aquel día de invierno con esas manchas sin sentido tapando parte del paisaje. Eran como motas de polvo que nunca terminaban de caer. Mis padres pensaron que serían producto del cansancio y que con el paso de las horas terminarían por desaparecer. Pero no ocurrió. Al contrario de lo esperado, las manchas parecían crecer día a día; como si se alimentaran de la luz que me rodeaba. Ya hartos de la situación, mis padres decidieron llevarme al oftalmólogo, quien, tras un vistazo no muy extenso, frunció el ceño y me derivó a un especialista. El diagnóstico final fue devastador: neuropatía óptica hereditaria de Leber (NOHL), una rara enfermedad mitocondrial que afectaba al nervio óptico; privándome progresivamente de la maravillosa capacidad de ver.

A los pocos meses, todo se convirtió en oscuridad. Mis padres actuaron admirablemente rápidos; enseñándome a leer braille y adoptando a Jules, el que fue mi maravilloso perro guía que estuvo acompañándome los siguientes 14 años. Mis padres trabajaron incansablemente para que pudiera desenvolverme con autonomía, adaptando cada detalle de mi entorno y asumiendo todos los gastos necesarios para mi educación.


Hoy, 40 años más tarde, los recuerdo con mucho cariño y admiración. Vivía en la casa donde había transcurrido toda mi infancia, pues era lo que papá y mamá hubiesen querido en ese entonces. Nunca había tenido pareja y no pensaba en hacerlo, pues me encontraba muy tranquila rodeada de soledad.  Sin embargo, quizá la presencia de alguien a mi lado habría bastado para advertirme de lo que estaba a punto de suceder.


Yo, a pesar de ser una persona totalmente autónoma, sigo solicitando ciertos servicios por pura comodidad. Una mujer venía dos veces por semana a limpiar la casa. Con una vivienda tan grande, resultaba complicado compaginar su cuidado con el resto de quehaceres.  Es por ello por lo que Laura, la empleada de la limpieza, poseía una copia de la llave: pudiendo salir y entrar sin problema. Por lo demás, nadie recorría la casa sin mi presencia. 


Ese día me había quedado más tarde de lo esperado frente al televisor. Aunque no pueda verlas, las novelas de la noche tienen una trama realmente emocionante. Solo un loco sería capaz de apagarla a mitad de la historia. Laura había venido esa misma mañana a casa para darle un repaso general. Ella siempre deja las cosas en su sitio correspondiente y es muy cuidadosa con todo lo que hace. Al fin y al cabo, mis manos cumplen la función que mis ojos no pueden realizar; por lo que mantener los objetos en un mismo sitio ayuda a orientarme.


Cuando el episodio llegó a su fin, me dispuse a ir al cuarto de baño para asearme y proceder a ir a la cama. Al abrir la puerta del aseo, un extraño sonido se escuchó desde dentro. Era la primera vez que escuchaba algo así en aquel lugar; como si alguien se hubiese movido velozmente de un lado a otro. Pensé que podía ser consecuencia del cansancio, así que entré sin darle importancia. Cada cosa estaba en su sitio. No había nada fuera de lo normal. Sin embargo, me sentía incómoda. Notaba como si algo ahí dentro estuviese mal. Posé mis manos en todos los objetos posibles: el lavadero, el baño, los champús, las cremas, las toallas… todo parecía estar en orden, pero la sensación no desaparecía. Fui a mi habitación y le dejé un mensaje de voz a Laura, preguntándole si había notado algo raro esa misma mañana. Luego me metí en la cama. Estaba agotada, y decidí que seguramente todo había sido producto de la fatiga.


Al día siguiente, esa extraña sensación seguía acompañándome. Era como si algo o alguien estuviera observándome desde algún rincón. Caminaba por la casa tocando los muebles, abriendo cajones, comprobando bajo la cama, en los armarios. No había ni rastro de nada. Y, sin embargo, no me sentía sola.


Recibí un mensaje de voz de Laura.. 


—No he notado nada raro… aunque... —hubo un silencio largo— bueno, quizá solo sea cansancio. Llevas varios días durmiendo poco, ¿no?


Hizo una pequeña pausa y siguió.


—Lo cierto es que me preocupa lo que dices. Sé que eres muy perceptiva y si sentiste que algo estaba fuera de lugar, seguramente lo estaba. ¿Revisaste la alarma? A veces cuando hay bajadas de tensión puede sonar un zumbido raro, aunque no se active. Me pasaré esta tarde de todos modos. Cuídate.


Tomé su consejo y fui a la entrada para revisar la alarma. Al posar la mano en ella, pude percatarme de una pequeña nota pegada a esta. Estaba escrita en braille, y lo que pude leer en ella hizo que mi corazón diese un vuelco.





“Siempre inspeccionaste en todos lados, pero nunca el techo”





Y entonces lo escuché. Un leve crujido… justo encima de mí.


Visión

Tenía tan solo 7 años cuando el sentido de la vista me fue arrebatado. Recuerdo despertar aquel día de invierno con esas manchas sin sentid...